Libertad, Sancho

La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres. Digo esto, Sancho, porque bien has visto el regalo, la abundancia que en este castillo que dejamos hemos tenido; pues en mitad de aquellos banquetes sazonados y de aquellas bebidas de nieve me parecía a mí que estaba metido entre las estrechezas de la hambre, porque no lo gozaba con la libertad que lo gozara si fueran míos, que las obligaciones de las recompensas de los beneficios y mercedes recebidas son ataduras que no dejan campear al ánimo libre. ¡Venturoso aquel a quien el cielo dio un pedazo de pan sin que le quede obligación de agradecerlo a otro que al mismo cielo!

martes, 30 de agosto de 2011

La Ciencia del Libre Mercado

En todas las disciplinas el desarrollo de la materia en cuestión es muy similar al del mercado económico. Los hombres instruidos cooperan entre sí porque encuentran mutuas ventajas en ello. Aceptan de la labor de los demás lo que les parece útil. Intercambian sus descubrimientos por medio de la comunicación verbal, de la circulación de documentos no editados o de publicaciones en periódicos y libros. La cooperación se efectúa a escala mundial, lo mismo que sucede en el mercado económico.  El aprecio o la aprobación de los colegas desempeñan una función bastante parecida a la que realiza la contraprestación monetaria en el mercado económico. El deseo de merecer ese aprecio, de que su labor sea aceptada por sus compañeros, impulsa a los hombres de ciencia a enfocar sus actividades en direcciones científicamente eficaces. El conjunto se hace mayor que la suma de sus partes a medida que un científico aprovecha la labor de otro. Su trabajo sirve a su vez como base para desarrollos posteriores. La física moderna es producto del mercado libre de ideal al igual que el automóvil moderno lo es del mercado libre de mercancías. También en ese caso el desarrollo se ha visto muy influido, especialmente de un tiempo a esta parte, por la intromisión administrativa, que ha afectado tanto a los recursos disponibles como a la clase de conocimientos solicitados. Con todo, el sector público ha desempeñado un papel secundario. En efecto, una de las ironías de la situación es que varios científicos que han alentado al máximo la planificación central de la actividad económica por parte del Estado, ha reconocido el peligro que amenazaría al progreso científico en caso de una planificación gubernamental de la ciencia; el peligro de la imposición de prioridades desde arriba en lugar de acceder a los descubrimientos espontáneamente por medio de los estudios e investigaciones de los científicos individuales.

Extracto de “Libertad de elegir” – Milton Friedman y Rose Friedman

jueves, 18 de agosto de 2011

viernes, 29 de julio de 2011

Espacios de actuación para un gobierno liberal

I
La disputa entre los planificadores modernos y sus oponentes no es, por consiguiente, una disputa acerca de si debemos guiarnos por la inteligencia para escoger entre las diversas organizaciones posibles de la sociedad; no es una disputa sobre si debemos actuar con previsión y raciocinio al planear nuestros negocios comunes. Es una disputa acerca de cuál sea la mejor manera de hacerlo. La cuestión está en si es mejor para este propósito que el portador del poder coercitivo se limite en general a crear las condiciones bajo las cuales el conocimiento y la iniciativa de los individuos encuentren el mejor campo para que ellos puedan componer de la manera más afortunada sus planes, o si una utilización racional de nuestros recursos requiere la dirección y organización centralizada de todas nuestras actividades, de acuerdo con algún modelo construido expresamente.

II
Es importante no confundir la oposición contra la planificación de esta clase con una dogmática actitud laissez faire. La argumentación liberal defiende el mejor uso posible de las fuerzas de la competencia como medio para coordinar  los esfuerzos humanos, pero no es una argumentación a favor de dejar las cosas como están. Se basa en la convicción de que allí donde pueda crearse una competencia efectiva, ésta es la mejor guía para conducir los esfuerzos individuales. No niega, antes bien, afirma que, si la competencia ha de actuar con ventaja, requiere una estructura legal cuidadosamente pensada, y que ni las reglas jurídicas del pasado ni las actuales están libres de graves defectos. Tampoco niega que donde es imposible crear las condiciones necesarias para hacer eficaz la  competencia tenemos que acudir a otros métodos en la guía de la actividad económica. El liberalismo económico se opone, pues, a que la competencia sea suplantada por métodos inferiores para coordinar los esfuerzos individuales. Y considera superior la competencia no sólo porque en la mayor parte de las circunstancias es el método más eficiente conocido, sino, más aún, porque es el único método que permite a nuestras actividades ajustarse a las de cada uno de los demás sin intervención coercitiva o arbitraria de la autoridad. En realidad, uno de los principales argumentos a favor de la competencia estriba en que ésta evita la necesidad de un control social explícito y da a los individuos una oportunidad para decidir si las perspectivas de una ocupación particular son suficientes para compensar las desventajas y los riesgos que lleva consigo.


III
El uso eficaz de la competencia como principio de organización social excluye ciertos tipos de interferencia coercitiva en la vida económica, pero admite otros que a veces pueden ayudar muy considerablemente a su operación e incluso requiere ciertas formas de intervención oficial. Pero hay buenas razones para que las exigencias negativas, los puntos donde la coerción no debe usarse, hayan sido particularmente señalados. Es necesario, en primer lugar, que las partes presentes en el mercado tengan libertad para vender y comprar a cualquier precio al cual puedan contratar a alguien, y que todos sean libres para producir, vender, y comprar cualquier cosa que se pueda producir o vender. Y es esencial que el acceso a las diferentes actividades esté abierto a todos en los mismos términos y que la ley no tolere ningún intento de individuos o grupos para restringir este acceso mediante poderes abiertos o disfrazados. Cualquier intento de intervenir los precios o las cantidades de unas mercancías en particular priva a la competencia de su facultad para realizar una efectiva coordinación de los esfuerzos individuales, porque las variaciones de los precios dejan de registrar todas la alteraciones importantes de las circunstancias y no suministran ya una guía eficaz para la acción del individuo. Esto no es necesariamente cierto, sin embargo, de las medidas simplemente restrictivas de los métodos de producción admitidos, en tanto estas restricciones afecten igualmente a todos los productores potenciales y no se utilicen como forma indirecta de intervenir los precios y las cantidades. Prohibir el uso de ciertas sustancias venenosas o exigir especiales precauciones para su uso, limitar las horas de trabajo o imponer ciertas disposiciones sanitarias es plenamente compatible con el mantenimiento de la competencia. La única cuestión está en saber si en cada ocasión particular las ventajas logradas son mayores que los costes sociales que imponen. Tampoco son incompatibles el mantenimiento de la competencia y un extenso sistema de servicios sociales, en tanto que la organización de estos servicios no se dirija a hacer inefectiva en campos extensos la competencia….]

IV
Hay, por último, ámbitos donde, evidentemente las disposiciones legales no pueden crear la principal condición en que descansa la utilidad del sistema de la competencia y de la propiedad privada: que consiste en que el propietario se beneficie de todos de todos los servicios útiles rendidos por su propiedad y sufra todos los perjuicios que de su uso resulten a otros. Allí donde, por ejemplo, es imposible hacer que el disfrute de ciertos servicios dependa del pago de un precio, la competencia no producirá estos servicios; y el sistema de los precios resulta igualmente ineficaz cuando el daño causado a otros por ciertos usos de la propiedad no puede efectivamente cargarse al poseedor de ésta. En todos estos casos hay una diferencia entre las partidas que entran en el cálculo privado y las que afectan al bienestar social; y siempre que esta diferencia se hace considerable hay que encontrar un método, que no es el de la competencia, para ofrecer los servicios en cuestión. Así, ni la provisión de señales indicadoras de las carreteras, ni, en la mayor parte de las circunstancias, la de las propias carreteras, puede ser pagada por cada usuario individual. En estos casos es preciso encontrar algo que sustituya a la regulación por el mecanismo de los precios. Pero el hecho de tener que recurrir a la regulación directa por la autoridad cuando no pueden crearse las condiciones para la operación adecuada de la competencia no prueba que deba suprimirse la competencia allí donde puede funcionar.

V
Crear las condiciones en que la competencia actuará con toda la eficacia posible, complementarla allí donde no puede ser eficaz, suministrar los servicios que, según las palabras de Adam Smith, “aunque puedan ser ventajosos en el más alto grado para una gran sociedad, son, sin embargo, de tal naturaleza que el beneficio nunca podría compensar el gasto a un individuo o un pequeño número de ellos”, son tareas que ofrecen un amplio e indiscutible ámbito para la actividad del Estado. En ningún sistema que pueda ser defendido racionalmente el Estado carecerá de todo quehacer. Un eficaz sistema de competencia necesita, tanto como cualquier otro, una estructura legal inteligentemente trazada y ajustada continuamente. Sólo el requisito más esencial para su buen funcionamiento, la prevención del fraude y el abuso (incluida en éste la explotación de la ignorancia), proporciona un gran objetivo- nunca, sin embargo, plenamente realizado- para la actividad legisladora.

Extracto de "Camino de servidumbre" - Friedrich Hayek

lunes, 25 de julio de 2011

El Punto de Vista Económico


Los marxistas no están dispuestos a reconocer que también los nazis son socialistas. A sus ojos el nazismo es el peor de los males del capitalismo. Los nazis, por otra parte, describen el sistema ruso como el más vil de todos los tipos de explotación capitalista y como una diabólica maquinación del judaísmo mundial para dominar a los “gentiles”. Sin embargo, está claro que a ambos sistemas, el alemán y el ruso, hay que considerarlos socialistas desde el punto de vista económico. Y el único punto de vista que importa, cuando se discute si un partido o sistema es socialista o no, es el económico. Por socialismo se entiende y se ha entendido siempre un sistema de organización económica de la sociedad. El socialismo es el sistema en que el gobierno controla plenamente la producción y la distribución. En la medida en que el socialismo existente en los distintos países aislados pueda llamarse socialismo auténtico, tanto Rusia como Alemania tienen razón al definir sus sistemas como socialistas.

Extracto de “Gobierno Omnipotente [En Nombre del Estado]” – Ludwig von Mises

lunes, 18 de julio de 2011

“La música como discurso sonoro” – Nikolaus Harnoncourt


No es casual que la reducción de la música a lo bello, y con ello a lo que todo el mundo puede comprender, sucediera en la época de la Revolución francesa. En la historia siempre hubo períodos en los que se ha intentado simplificar la música, reduciéndola a lo emocional, para que cualquiera pueda entenderla. Todos esos intentos fracasaron y condujeron a una nueva variedad y complejidad. La música sólo puede resultar comprensible para todos si se reduce a lo primitivo o si todos aprenden su lenguaje.

El intento de simplificar la música y convertirla en algo generalmente comprensible que tuvo mayores consecuencias se produjo, pues, como secuela de la Revolución francesa. Entonces se procuró, por primera vez en el marco de una gran Estado, hacer de la música algo útil a las nuevas políticas: el artificioso programa pedagógico del Conservatoire fue el primer programa coordinado de nuestra historia. A partir de aquellos métodos se forma todavía hoy a los músicos de todo el mundo en la música europea y, siguiendo los mismos principios, se explica a los oyentes que no es necesario aprender música para comprenderla, que disfrutar simplemente de su belleza ya basta. Así, cualquiera se siente en su derecho y capacitado para juzgar sobre el valor y sobre la interpretación de la música-una actitud que quizá podría valer para la música posrevolucionaria, pero de ninguna manera para la música de épocas anteriores.

Extracto de “La música como discurso sonoro” – Nikolaus Harnoncourt

martes, 12 de julio de 2011

La Autoridad y Los Precios

Por más que deseásemos lo contrario, es sencillamente imposible emplear los precios para transmitir información y facilitar un incentivo de actuación según dicha información sin utilizar también los precios para incidir en la distribución de la renta e incluso determinarla casi totalmente. Si lo que cobra una persona no depende del precio que se le paga por los servicios de sus recursos, ¿qué incentivo tiene este individuo para buscar información sobre los precios o para actuar de acuerdo con dicha información? Si la renta de Red Adair fuese la misma tanto si lleva a cabo como si no la peligrosa labor de taponar un pozo de petróleo incendiado, ¿por qué razón se dedicaría a hacerlo? Puede que lo hiciese una vez, por la emoción del riesgo. Pero ¿acaso sería su principal actividad? Si la renta de usted fuese la misma con independencia del esfuerzo que realizara, ¿por qué iba a esforzarse tanto? ¿Por qué iba a dedicar su tiempo a buscar un comprador que pagase el precio más alto por lo que usted vende si no iba a obtener ningún beneficio adicional? Si no hay ninguna recompensa por la acumulación del capital, ¿qué motivo habría para retrasar a una fecha lejana lo que se podría disfrutar hoy? ¿Por qué ahorrar? ¿De qué manera se hubiese podido acumular siquiera el capital físico existente a través de la voluntaria moderación en el gasto de los individuos? Si la conservación del capital no tuviese una gratificación, ¿qué nos impediría derrochar todo el capital acumulado o heredado? Si se evita que los precios afecten a la distribución de la renta, entonces no podrán utilizarse para otros fines. La única alternativa es el sistema de mandato. Alguna autoridad debe decidir quién debe producir qué y en qué medida. Alguna autoridad debe decidir quién tiene que barrer las calles y quién debe dirigir la fábrica, quién debe ser policía y quién debe ser médico.

Extracto de “Libertad de elegir” – Milton Friedman y Rose Friedman

miércoles, 6 de julio de 2011

Desmoronamiento de un sistema

"Presunta solitud" - Fernando Pendas Fernandez

Por radical que haya sido la Revolución [francesa], fue menos innovadora de lo que en general se cree, como demostraré más adelante. Lo que sí puede decirse de ella con justicia es que destruyó completamente, o está en vías de destruir -puesto que todavía dura- todo lo que derivaba en la antigua sociedad de las instituciones aristocráticas y feudales, todo lo que de algún modo estaba relacionado con ellas, todo lo que, en mayor o menor grado, conservaba su mínima huella. Sólo conservó del viejo mundo lo que siempre había sido extraño a esas instituciones o podía existir sin ellas. Menos que ninguna otra cosa, fue la Revolución un acontecimiento fortuito. Ciertamente cogió al mundo de improviso, pero no fue más que el complemento de una larga labor, la terminación rápida y violenta de una obra en la que diez generaciones habían tomado parte. Si no hubiese tenido lugar, no por eso habría dejado de derrumbarse por todas partes el viejo edificio social, en unos sitios antes que en otros; la única diferencia es que se habría ido desmoronando pedazo a pedazo en lugar de venirse abajo de repente. La Revolución llevó a cabo de golpe, mediante un esfuerzo convulsivo y doloroso, sin transición, sin precaución, sin miramientos, lo que habría sucedido de por sí a la larga. Esta fue su obra.

Extracto de “El Antiguo Régimen y la Revolución” - Alexis de Tocqueville