Por más que deseásemos lo contrario, es sencillamente imposible emplear los precios para transmitir información y facilitar un incentivo de actuación según dicha información sin utilizar también los precios para incidir en la distribución de la renta e incluso determinarla casi totalmente. Si lo que cobra una persona no depende del precio que se le paga por los servicios de sus recursos, ¿qué incentivo tiene este individuo para buscar información sobre los precios o para actuar de acuerdo con dicha información? Si la renta de Red Adair fuese la misma tanto si lleva a cabo como si no la peligrosa labor de taponar un pozo de petróleo incendiado, ¿por qué razón se dedicaría a hacerlo? Puede que lo hiciese una vez, por la emoción del riesgo. Pero ¿acaso sería su principal actividad? Si la renta de usted fuese la misma con independencia del esfuerzo que realizara, ¿por qué iba a esforzarse tanto? ¿Por qué iba a dedicar su tiempo a buscar un comprador que pagase el precio más alto por lo que usted vende si no iba a obtener ningún beneficio adicional? Si no hay ninguna recompensa por la acumulación del capital, ¿qué motivo habría para retrasar a una fecha lejana lo que se podría disfrutar hoy? ¿Por qué ahorrar? ¿De qué manera se hubiese podido acumular siquiera el capital físico existente a través de la voluntaria moderación en el gasto de los individuos? Si la conservación del capital no tuviese una gratificación, ¿qué nos impediría derrochar todo el capital acumulado o heredado? Si se evita que los precios afecten a la distribución de la renta, entonces no podrán utilizarse para otros fines. La única alternativa es el sistema de mandato. Alguna autoridad debe decidir quién debe producir qué y en qué medida. Alguna autoridad debe decidir quién tiene que barrer las calles y quién debe dirigir la fábrica, quién debe ser policía y quién debe ser médico.
Extracto de “Libertad de elegir” – Milton Friedman y Rose Friedman
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