Libertad, Sancho

La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres. Digo esto, Sancho, porque bien has visto el regalo, la abundancia que en este castillo que dejamos hemos tenido; pues en mitad de aquellos banquetes sazonados y de aquellas bebidas de nieve me parecía a mí que estaba metido entre las estrechezas de la hambre, porque no lo gozaba con la libertad que lo gozara si fueran míos, que las obligaciones de las recompensas de los beneficios y mercedes recebidas son ataduras que no dejan campear al ánimo libre. ¡Venturoso aquel a quien el cielo dio un pedazo de pan sin que le quede obligación de agradecerlo a otro que al mismo cielo!

lunes, 18 de julio de 2011

“La música como discurso sonoro” – Nikolaus Harnoncourt


No es casual que la reducción de la música a lo bello, y con ello a lo que todo el mundo puede comprender, sucediera en la época de la Revolución francesa. En la historia siempre hubo períodos en los que se ha intentado simplificar la música, reduciéndola a lo emocional, para que cualquiera pueda entenderla. Todos esos intentos fracasaron y condujeron a una nueva variedad y complejidad. La música sólo puede resultar comprensible para todos si se reduce a lo primitivo o si todos aprenden su lenguaje.

El intento de simplificar la música y convertirla en algo generalmente comprensible que tuvo mayores consecuencias se produjo, pues, como secuela de la Revolución francesa. Entonces se procuró, por primera vez en el marco de una gran Estado, hacer de la música algo útil a las nuevas políticas: el artificioso programa pedagógico del Conservatoire fue el primer programa coordinado de nuestra historia. A partir de aquellos métodos se forma todavía hoy a los músicos de todo el mundo en la música europea y, siguiendo los mismos principios, se explica a los oyentes que no es necesario aprender música para comprenderla, que disfrutar simplemente de su belleza ya basta. Así, cualquiera se siente en su derecho y capacitado para juzgar sobre el valor y sobre la interpretación de la música-una actitud que quizá podría valer para la música posrevolucionaria, pero de ninguna manera para la música de épocas anteriores.

Extracto de “La música como discurso sonoro” – Nikolaus Harnoncourt

No hay comentarios:

Publicar un comentario